sábado, 24 de diciembre de 2011

OREMOS POR NUESTRA SANTA IGLESIA Y POR EL PAPA BENEDICTO XVI


 
Se extiende a Bélgica la rebelión dentro de la Iglesia Católica nacida en Austria [2011-12-15]


 

 La rebelión (o cisma) del “llamado a la desobediencia” de cientos de sacerdotes de Austria, se extiende ahora a Bélgica a partir de un manifiesto de laicos llamado “los creyentes se hacen escuchar”, que expresa, entre otras cosas:
“Los laicos deben poder convertirse en párrocos, dirigir las liturgias y predicar, y los hombres casados y las mujeres deben tener acceso al sacerdocio”.
Este documento ya ha sido apoyado por sacerdotes, con lo que el movimiento de Austria se extiende como lo habíamos escrito en Los sacerdotes cismáticos de Austria buscan internacionalizar el “llamado a la desobediencia” [2011-11-26]
Son dos los temas que están dominando el debate al interior de la Iglesia belga.      Por una parte, el escándalo de los abusos sexuales perpetrados por el clero; por otro, la propuesta de un grupo de católicos que esperan la apertura del sacerdocio para hombres casados y para las mujeres.
 
Una comisión independiente ha revelado que, sobre los abusos, tan solo entre enero y junio de este año hubo 475 denuncias; muy desestabilizador es el caso del obispo de Brujas, monseñor Roger Vangheluwe, que se vio obligado a renunciar después de haber admitido que había abusado de dos de sus sobrinos.
 
En cambio, el frente de los católicos rebeldes se extiende en Europa, con muchas peticiones para reformar la Iglesia. Despues del “llamado a la desobediencia” promovido en Ausria por cientos de párrocos, la agencia de prensa Adista indica que algunos sacerdotes y algunos laicos flamencos están promoviendo, desde la semana anterior al Adviento, un manifiesto titulado: “Los creyentes se hacen escuchar”; este manifiesto alcanzó 6 mil adhesiones tan solo en Bélgica el primero de diciembre. “Los laicos –dice el manifiesto– deben poder convertirse en párrocos, dirigir las liturgias y predicar, y los hombres casados y las mujeres deben tener acceso al sacerdocio”. Muchos y eminentes exponentes de la Iglesia belga se han sumado a la petición: Ignace Dewitte, Staf Nimmegeers y John Dekimpe, Roger Dillemans y Marc Vervenne, ambos ex rectores de la Universidad católica de Lovaina, Paul Breyne, gobernador de la provincia de Flandes occidental desde 1997, Trees Dehaene y Agnes Pas, ex presidente del Consejo pastoral interdiocesano.
En el manifiesto, escrito “en solidaridad con los creyentes austriacos, irlandeses y de muchos otros países”, se pide que los líderes de las parroquias sean laicos competentes y calificados, que las funciones eucarísticas se celebren incluso en ausencia de un sacerdote, que los laicos puedan predicar, que los divorciados que se han vuelto a casar puedan comulgar y que, “lo antes posible, hombres casados y mujeres sean admitidos al sacerdocio”.
Los promotores invitan a los creyentes que compartan sus preocupaciones a que suscriban el manifiesto, convencidos de que lo que piden puede tener “un amplio apoyo en todas nuestras diócesis” y que “si como creyentes tomamos la palabra, lo obispos escucharán y estarán listos para sacar adelante el diálogo sobre estas urgentes reformas”. Por otra parte, afirmó Dekimpe, los que firman “no son ‘contestatarios’. Son personas de fe que están alzando sus voces. Esperan que los obispos les esuchen”.
 
Hay cierto miedo a la hora de encarar a los dirigentes de la Iglesia, dijo, “pero, ¿quiere decir que somos disidentes? Creo que no. La Iglesia belga es un desastre, si no hacemos algo, el éxodo no se detendrá nunca. Quiero que los obispos reflexionen de verdad y profundamente sobre el aumento del descontento entre los creyentes”.
Por ahora no ha habido reacciones oficiales de la Iglesia belga; no se han pronunciado ni monseñor André Joseph Léonard ni otros obispos. Según lo que indica la revista semanal estadounidense “National Catholic Reporter”, un obispo, que prefiere el anonimato, aplaudió la iniciativa. Una evaluación positiva al respecto la expresó Jürgen Mettepenningen, ex portavoz de Léonard y teólogo de la Universidad de Lovaina. El periódico belga “De Morgen” publicó algunas de sus declaraciones, entre las que destaca la siguiente: “Si vuelvo a pensar en lo que he dicho y escrito en el pasado, solo puedo decir que el espíritu del manifiesto es el mismo con el que he tratado de trabajar para que la Iglesia fuera más creíble: fiel a la fe”.
 
Fuentes: Vatican Insider, Signos de estos Tiempos

Sueño de Don Bosco sobre la Iglesia y los Dos Pilares que la Sostienen


El Sueño de Don Bosco sobre la Iglesia y los Dos Pilares que la Sostienen
 
El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes. El 30 de mayo, pues, por la noche les contó una parábola o semejanza según él quiso denominarla. He aquí sus palabras: «Os quiero contar un sueño. Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, se lo voy a contar para su bien espiritual. Este sueño lo tuve hace algunos días. Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies. En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado  espolón de hierro a modo de lanza que hiere y  traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros (televisión, radio, internet, cine, teatro, prensa), y se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos  hacerle el mayor daño posible.
 
A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada , a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium. El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.
 
Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas  cadenas. Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.
Disparan entretanto los cañones de los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate. Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido  inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión.
 
El Sueño de Don Bosco sobre la Iglesia y los Dos Pilares que la Sostienen 
 
Todas las naves que hasta aquel  momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas. Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta. Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa: —¿Qué piensas de esta narración? Beato Miguel Rúa contestó: —Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede ; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.
 
Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió: —Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. ¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María Santísima. Frecuencia de Sacramentos: Comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento. ¡Buenas noches!
 
Las conjeturas que hicieron los jóvenes sobre este sueño fueron muchísimas, especialmente en lo referente al Papa; pero Don Bosco no añadió ninguna otra explicación. Cuarenta y ocho años después —en A.D. 1907— el antiguo alumno, canónigo Don Juan Ma. Bourlot, recordaba perfectamente las palabras de San Juan Bosco. Hemos de concluir diciendo que César Chiala y  sus compañeros, consideraron este sueño como una verdadera visión o profecía.
 
http://www.lafecatolica.com/el-sueno-de-don-bosco-sobre-la-iglesia-y-los-dos-pilares-que-la-sostienen/1540/

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