Siempre es bueno reavivar nuestra creencia en el purgatorio, porque seguramente habrá allí en este momento parientes, amigos y conocidos a la espera de nuestra oraciones que le hagan más corto su período de purgación, y porque quizás nos toque estar allí un tiempo, y estaremos también anhelando que oren por nosotros.
Ofrecemos nueve relatos antiguos sobre almas del purgatorio.
PRIMER RELATO
Refiere Tomás de Cantimprato que a un
hombre muy virtuoso, pero que, a causa de una larga y terrible
enfermedad, estaba muy deseoso de morir, se le apareció el Ángel del
Señor y le dijo: “Dios
ha aceptado tus deseos, escoge, pues: o pasar tres días en el
purgatorio y después ir al cielo, o ir al cielo sin pasar por el
purgatorio, pero sufriendo todavía un año de esa enfermedad”.
Eligio lo primero: murió y fue al
purgatorio. No había aun pasado un día, cuando el ángel se le presento
de nuevo. Apenas le hubo visto aquella pobre alma, “no es posible,
exclama, que tú seas el Ángel bueno, pues me has engañado así. Me decías
que solo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que
estoy sufriendo aquí las más horribles penas!
-Tú eres quien te engañas, contesto el
Ángel: todavía no ha pasado un día, tu cuerpo esta aun por enterrar, si
prefieres sufrir un año más esta enfermedad Dios te permite aun salir
del Purgatorio y volver al mundo.
- Si, Ángel santo, replico, no solo esta
enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores y males haya en
el mundo sufriré gustoso, antes que padecer una sola hora las penas del
Purgatorio”.
Volvió, pues, a la vida y sufrió con
admirable alegría un año más aquella enfermedad, publicando a todos lo
terrible que son las penas del Purgatorio.
SEGUNDO RELATO
Refieren varios autores que estando un
religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto con
semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres
tú? ¿Qué es lo que quieres?, pregunto el religioso.
- Soy, respondió, el pintor que murió días pasados, y deje cuanto había ganado para obras piadosas.
-¿Y cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?, volvió a decirle al religioso.
-¡Ay!, contesto el difunto, en el
tribunal del supremo Juez se levantaron contra mi muchas almas, unas que
padecían terribles penas en el purgatorio, y otras que ardían en el
infierno, a causa de una pintura obscena que hice a instancias de un
caballero.
Por fortuna mía se presentaron también
muchos santos, cuyas imágenes pinte, y dijeron para defenderme que
había hecho aquella pintura inmodesta en la juventud, que después me
había arrepentido y cooperado a la salvación de muchas almas, pintando
imágenes de Santos, y por último que había empleado lo que había ganado a
fuerza de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad.
Oyendo el Juez soberano estas disculpas,
y viendo que los santos interponían sus meritos, me perdono las penas
del infierno pero me condeno a estar en el purgatorio mientras dure aquella pintura.
Avisa pues, al caballero N.N. que la
eche al fuego, y ¡ay! de él si no lo hace. Y en prueba de que es verdad
lo que te digo, sepa que dentro de poco tiempo morirán dos de sus hijos.
Creyó, en efecto, el caballero la visión y arrojo al fuego la imagen
escandalosa. Antes de los dos meses se le murieron los dos hijos, y el
reparó con rigurosa penitencia los daños ocasionados a las almas.
TERCER RELATO
Estaba santa Brígida en altísima
contemplación, cuando fue llevada en espíritu al purgatorio. Allí vio,
entre otras, a una noble doncella, y holló que se quejaba amargamente de
su madre, por el demasiado que le había tenido: “!AH! decía, en vez de
reprenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios, me
incitaba a ir a los bailes, saraos, teatros, y hasta me engalanaba ella
misma. Es verdad que me enseñaba alguna devociones, pero que gusto
podían dar estas a Dios llendo mezcladas con tanto galanteo y
profanidad?.
No obstante, como la misericordia del
señor es tan grande, por aquellas devociones que hacía, Dios me concedió
tiempo para confesarme bien y librarme del infierno.
Pero ay!!!, que penas estoy padeciendo,
si lo supieran mis amigas!!, que vidas tan distintas llevarían!!. La
cabeza que antes ataviaba con dijes y vanidades esta ahora ardiendo
entre llamas vivísimas, las espaldas y brazos que llevaba descubiertos
los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo,
las piernas y pies, que adornaba para el baile ahora son atormentados
horriblemente, todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado
ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos.”
Conto
la santa esta visión a una prima de la difunta, muy entregada también a
la vanidad, y esta cambio de vida en términos que, entrando a un
convento de muy rigurosa observancia procuro con rigidísimas penitencias
reparar los desordenes pasados, y auxiliar a su parienta que estaba
padeciendo tanto en el purgatorio.
CUARTO RELATO
Había en Bolonia una viuda noble, que
tenía un hijo único muy querido. Estando divirtiéndose un día con otros
jóvenes, paso un forastero y les interrumpió el juego. Reprendiéndole
ásperamente el hijo de la viuda, y resentido el forastero, saco un
puñal, se lo clavo en el pecho y dejándole palpitando en el suelo, echo a
huir calle abajo con el puñal ensangrentado en la mano, y se metió en
la primera casa que encontró abierta.
Allí suplicó a la señora que por amor de
Dios le ocultase, y ella, que era precisamente la madre del joven
asesinado, le escondió en efecto. Entre tanto llego la justicia buscando
al asesino, y no hallándole allí, “sin duda, dijo uno de los que les
buscaba, no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo
supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar
aquí”.
Poco falto, para que muriese la madre de sentimiento al oír estas palabras. Mas luego, cobrando
animo y conformándose con la voluntad Divina, no solo perdono al que
había matado a su único y tan estimado hijo, sino que le entrego todavía
una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese con más
prontitud, y después le adopto como su hijo.
Pero, ¡cuán agradable fue a Dios esta generosa conducta! Pocos días después estaba la buena señora, haciendo oración, por el alama del difunto, cuando de pronto se le apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso,
diciéndole: “Enjuagad madre mía, vuestras lagrimas y alegraos, que me
he salvado. Muchos años tenía que estar en el purgatorio, pero vos me
habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis
perdonando y haciendo bien al que me quito la vida. Más os debo por
haberme librado de tan terribles penas, que por haberme dado a luz. Os
doy las gracias por uno y otro favor, ¡adiós, madre mía, adiós, me voy
al cielo donde seré dichoso por toda la eternidad”.
QUINTO RELATO
Derrotado por Cayano, el ejército de
Mauricio y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al
emperador una moneda y no de valor muy subido, por el rescate de cada
prisionero. Mauricio se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos
valor, y habiéndosela también rehusado, exigió por ultimo una ínfima
cantidad, la que no habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárbaro,
mando cortar la cabeza a todos los soldados imperiales que tenía en su
poder. Mas ¿Qué sucedió?
Pocos días después Mauricio tuvo una
espantosa visión. Citado al tribunal de Dios, veía gran multitud de
esclavos que arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos gritos pedían
venganza contra él. Oyendo el Juez supremo, tan justas quejas, se vuelve
a Mauricio y le pregunta:
“¿Dónde quieres ser más castigado: en esta o en la otra vida?
-¡Ah! Benignísimo Señor, responde el
prudente emperador, prefiero ser castigado en este mundo. Pues bien,
dijo el juez, en pena de tu crueldad con aquellos pobres soldados, cuya
vida no quisiste salvar a tan poco precio, uno de tus soldados te
quitara la corona, fama y vida acabando con toda tu familia”.
En efecto, pocos días después se le
insurrecciono el ejército, proclamando a Focas por emperador. Mauricio
fugitivo se embarco en una pequeña nave con algunos pocos que le
seguían, más en vano, furiosas las olas lo arrojan a la playa, y
llegando los partidarios de Focas, le atan a él y a cuantos le seguían y
los llevan a Eutropia, en donde, ¡oh, padre infeliz!
Después
de haber visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de
cinco hijos suyos, fue muerto ignominiosamente, y no paso mucho tiempo
sin que el resto de su familia sufriese la misma desgracia.
¡Ah! Cristianos que oís esto, no son
unos pobres soldados, son vuestros propios hermanos y vuestros propios
padres los que han caído prisioneros de la Justicia divina.
Este Dios misericordioso pide por su
rescate una muy pequeña moneda, de gran valor, es verdad, pero muy fácil
de dar. “¿Y seréis tan duros que se le neguéis? ¿Tan insensibles seréis
a la felicidad de las ánimas y a vuestros propios intereses?
SEXTO RELATO
Tenía una pobre mujer napolitana una
numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por
deudas. Reducida a la ultima miseria, presento un memorial un gran
señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción, pero con todas las
suplicas no logro más que unas monedas.
Entra desconsolada a una Iglesia, y
encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir con
aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en
Dios, único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño!
Oída la Misa, se volvía a casa, cuando
encuentra a un venerable anciano, que llegándose a ella le dice: “¿Qué
tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explico sus trabajos y
miserias. El anciano consolándola le entrega una carta, diciéndole que
la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas. Este abre la carta, y
¿Cuál no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo
padre ya difunto? ¿Quién os ha dado esta carta?
-No lo conozco, respondió la mujer, pero
era un anciano muy parecido a aquel retrato, solo que tenía la cara más
alegre. Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer.Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento, dale una buena paga, porque está en grave necesidad”.
El caballero, después de haber leído y
besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lagrimas de
ternura: “Vos, dice a la afligida mujer, vos con la limosna que os hice,
habéis labrado la felicidad de mi estimado padre, yo ahora hare la
vuestra, la de vuestro marido y familia”.
En efecto, pago las deudas, saco al
marido de la cárcel, y tuvieron siempre de allí en adelante cuanto
necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este
mundo, q los devotos de las benditas Animas.
SÉPTIMO RELATO
Cómo, diciendo misa el hermano Juan de Alverna el día de Difuntos,vio que muchas almas eran liberadas del purgatorio.Celebraba
una vez la misa el hermano Juan el día siguiente a la fiesta de Todos
los Santos por todas las almas de los difuntos, como lo tiene dispuesto
la Iglesia, y ofreció con tanto afecto de caridad y con tal piedad de
compasión este altísimo sacramento, el mayor bien que se puede hacer a
las almas de los difuntos por razón de su eficacia, que le parecía
derretirse del todo con la dulzura de la piedad y de la caridad
fraterna.
Al alzar devotamente el cuerpo de Cristo
y ofrecerlo a Dios Padre, rogándole que, por amor de su bendito Hijo
Jesucristo, puesto en cruz por el rescate de las almas, tuviese a bien
liberar de las penas del purgatorio a las almas de los difuntos creadas y
rescatadas por Él, en aquel momento vio salir del purgatorio un número
casi infinito de almas, como chispas innumerables que salieran de un
horno encendido, y las vio subir al cielo por los méritos de la pasión
de Cristo, el cual es ofrecido cada día por los vivos y por los difuntos
en esa sacratísima hostia, digna de ser adorada por los siglos de los
siglos. Amén.
OCTAVO RELATO
Cómo, por los méritos de fray Gil,fue librada del purgatorio el alma de un fraile Predicador, amigo suyo.
Estaba ya fray Gil con la enfermedad de
la que a pocos días murió, y enfermó también de muerte un fraile
dominico. Otro religioso amigo de éste, viéndole próximo a morir,
díjole:
– Hermano mío, si te lo permitiese el Señor, quisiera que después de tu muerte vinieses a decirme en qué estado te encuentras.
El enfermo prometió complacerle, caso de que le fuese posible.
Ambos enfermos murieron el mismo día, y el de la Orden de Predicadores se apareció a su hermano superviviente, y le dijo:
– Voluntad es de Dios que te cumpla la promesa.
– ¿Qué es de ti? -le preguntó el fraile.
– Estoy bien -respondió el muerto-,
porque aquel mismo día murió un santo fraile Menor, llamado fray Gil, al
cual, por su grande santidad, concedió Jesucristo que llevase al cielo
todas las almas que había en el purgatorio. Con ellas estaba yo en
grandes tormentos, y por los méritos del santo fray Gil me veo libre.
Dicho esto, desapareció, y el fraile que
tuvo esta visión no la reveló a nadie; pero ya enfermo, temeroso del
castigo de Dios por no haber manifestado la virtud y gloria de fray Gil,
hizo llamar a los frailes Menores. Se presentaron diez, y, reunidos con
los frailes Predicadores, reveló el enfermo devotamente la visión ya
referida. Investigaron con diligencia, y supieron que los dos habían
muerto en un mismo día.
En alabanza de Jesucristo y del pobrecillo Francisco. Amén.
NOVENO RELATO
Santa Gertrudis, aquella esposa tan
regalada del Señor, había hecho donación de todos sus meritos y obras
buenas a las pobres Animas del purgatorio, y para que los sufragios
tuviesen más eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su Divino
Esposo le manifestase porque alma quería que satisfaciese. Se lo
otorgaba su Divina Majestad, y la santa multiplicaba, oraciones, ayunos,
cilicios, disciplinas y otras penitencias, hasta que aquella alma
hubiese salido del purgatorio. Sacada una, pedía al Señor le señalara
otra, y así logro liberar a muchas de aquel horrible fuego.
Siendo ya la santa de edad avanzada, le
sobrevino una fuerte tentación del enemigo que le decía: “¡Infeliz de
ti! ¡Todo lo has aplicado a las Animas del Purgatorio, y no has
satisfecho todavía tus pecados! Cuando mueras, ¡que penas y tormentos te
esperan!”
No dejaba de acongojarla este
pensamiento, cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló
diciendo: “Gertrudis, hija mía muy amada, no temas, los
sufragios que tu ofreciste a las Animas del Purgatorio, me fueron muy
agradables, tu no perdiste nada, pues en recompensa no solo te perdono
las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentare tu gloria
de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el ciento por
uno, pagando a mis fieles servidores con medida buena, abundante y
apretada? Pues mira, yo hare que todas las almas libertadas con tus
oraciones y penitencias te salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora
de la muerte, y que, acompañada de este numeroso y brillante cortejo de
bienaventurados, entres en el triunfo de la gloria”.
Fuentes: Jesús te busca, Signos de estos Tiempos
0 comentarios:
Publicar un comentario