Visiones que da Jesús a María Valtorta sobre el Santo Purgatorio
El
17 de octubre de 1943, María Valtorta recibió un mensaje de Jesús
explicándole lo que es el purgatorio, lugar de purificación que no
aceptan los evangélicos y que los católicos modernistas dicen que de
existir, estaría vacío, al igual que el infierno, porque Dios es
misericordioso y no condena a suplicios; pero estos últimos olvidan que
además de misericordioso Dio es justo.
Pero
además su misericordia se demuestra en el propio purgatorio que es un
lugar de purificación para perfeccionar la santificación de las almas. Y
no olvidemos que podemos ir allí cuando morimos, que las almas del
purgatorio pueden ser liberadas por nuestras oraciones y que ellas
pueden orar por nosotros.
Cuando nos morimos podemos ir a parar a tres sitios diferentes; Al infierno,
si hasta el último momento nos hemos negado a aceptar el amor de Dios,
haciendo un acto de amor, es decir arrepintiéndonos de nuestras faltas y
pecados para así generar la misericordia divina; Al cielo directamente, si es que hemos sido tan perfectos que no tenemos necesidad de purificar ningún reato de culpa; O al santo purgatorio, porque tenemos necesidad de terminar de purificarnos.
En el cielo todas las almas que allí se encuentran están ya purificadas
por ser perfectas y por lo tanto están santificadas, y tienen ya la
dicha de contemplar el Rostro de Dios, por lo que participan ya de su
gloria y se encuentran glorificadas.
El infierno es un estado de condenación eterna,
desde él es imposible llegar jamás a lograr la salida de este estado,
pues al no haberse aceptado la última posibilidad de amar que el Señor
ofreció, Él que es el único generador del amor que existe, lo retira de
esa alma, al igual que le fue retirado a los ángeles caídos y es
carencia de amor tiene dos consecuencias: La primera, que el vacio que
se crea por la no existencia de amor, lo ocupa de inmediato el odio que es la antítesis del amor. La segunda consecuencia para el condenado, es que al carecer de amor, es ya incapaz de realizar un acto de amor que es el de arrepentimiento, por lo que jamás podrá ser objeto de la misericordia divina, y jamás podrá salir del infierno.
La tercera situación es la correspondiente al santo purgatorio. Santo pues el purgatorio es un estado de purificación del alma para llegar a alcanzar su santidad y llegar al cielo.
Sobre
visiones acerca del purgatorio y visitas de almas del purgatorio son
varios los escritos que existen. Como casi siempre suele ocurrir la
Iglesia no se ha pronunciado en casi ninguno de ellos, aunque hay
algunos sobre el purgatorio y las visitas de almas del purgatorio, muy
conocidos, como son por ejemplo, los de la austríaca Maria Simma.
Pero
también la vidente italiana María Valtorta recibió mensajes sobre el
purgatorio de la boca de Jesús. El que reproducimos a continuación es
del 17 de octubre de 1943.
Dice Jesús:
Quiero
explicarte lo que es y en qué consiste el Purgatorio. Y te lo explico
Yo de manera que chocará a muchos que se creen depositarios del
conocimiento del más allá y no lo son. Las almas sumergidas en aquellas
llamas sólo sufren por el amor. Ellas no son indignas de poseer la Luz,
pero tampoco son dignas de entrar inmediatamente en el Reino de la Luz;
son investidas por la Luz, al presentarse ante Dios. Es una breve,
anticipada beatitud, que les asegura su salvación y les hace conocedoras
de lo que será su eternidad y expertas de cuanto cometieron contra su
alma, defraudándola de años de bienaventurada posesión de Dios.
Después,
sumergidas en el lugar de purgación, son investidas por las llamas
expiadoras. En esto aciertan quienes hablan del purgatorio. Pero donde
se equivocan es al querer aplicar distintos nombres a esas llamas. Éstas
son incendio de amor. Purifican encendiendo de amor las almas. Dan el
Amor porque, cuando el alma ha alcanzado ese amor que no alcanzó en la
tierra, es liberada y se une al Amor en el Cielo. Te parece una doctrina
distinta de la conocida, ¿verdad? Pero piensa.
¿Qué
es lo que Dios Uno y Trino quiere para las almas que ha creado? El
Bien. Quien quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos tiene
hacia la criatura? Sentimientos de amor.
¿Cuál
es el mandamiento primero y segundo, los dos más importantes, de los
que he dicho que no los hay mayores y en ellos está la llave para
alcanzar la vida eterna? Es el mandamiento del amor: “Ama a Dios con
todas tus fuerzas, ama al prójimo como a ti mismo”.
¿Que
os he dicho infinidad de veces por mi boca, la de los profetas y los
santos? Que la mayor absolución es la Caridad. La Caridad consuma las
culpas y las debilidades del hombre, porque quien ama vive en Dios y
viviendo en Dios peca poco, y si peca se arrepiente inmediatamente, y el
perdón del Altísimo es para quien se arrepiente.
¿A
qué faltaron las almas? Al Amor. Si hubieran amado mucho, habrían
cometido pocos y leves pecados, unidos a vuestra debilidad e
imperfección pero nunca habrían alcanzado la persistencia consciente en
la culpa, ni siquiera venial. Habrían visto la forma de no afligir a su
Amor y el Amor viendo su buena voluntad, les habría absuelto incluso de
los pecados veniales cometidos.
¿Cómo
se repara, también en la tierra una culpa? Expiándola y, cuando es
posible, a través del medio con el que se ha cometido. Quien ha dañado,
restituyendo cuanto quitó con prepotencia. Quien ha calumniado,
retractándose de la calumnia, y así todo. Ahora, si esto lo requiere la
pobre justicia humana, ¿no lo querrá la Justicia santa de Dios? ¿Y qué
medio utilizará Dios para obtener reparación? A Sí mismo, o sea al Amor,
exigiendo amor.
Este
Dios al que habéis ofendido, y que os ama paternalmente, y que quiere
unirse con sus criaturas, os lleva a alcanzar esta unión a través de Sí
mismo. Todo gira en torno al Amor, excepto para los verdaderos
“muertos”: los condenados. Para estos “muertos” también ha muerto el
Amor. Pero para los tres reinos - el que tiene el peso de la gravedad:
la Tierra; aquél en el que está abolido el peso de la materia pero no el
del alma cargada por el pecado: el Purgatorio; y, en fin, aquél cuyos
habitantes comparten con el Padre su naturaleza espiritual que les
libera de todo peso - el motor es el Amor. Amando sobre la Tierra es
como trabajáis para el Cielo. Amando en el Purgatorio es como
conquistáis el Cielo que en la vida no habéis sabido merecer. Amando en
el Paraíso es como gozáis el Cielo.
Lo
único que hace un alma cuando está en el Purgatorio es amar, pensar,
arrepentirse a la luz del Amor que esas llamas han encendido para ellas,
que ya son Dios, pero que, para su castigo, le esconden a Dios. Esto es
el tormento. El alma recuerda la visión de Dios que tuvo en el juicio
particular. Se lleva consigo ese recuerdo y, dado que el haber tan sólo
entrevisto a Dios es un gozo que supera todo lo creado, el alma está
ansiosa de volver a gustar ese gozo. Ese recuerdo de Dios y ese rayo de
luz que le revistió cuando compareció ante Él, hacen que el alma “vea”
la importancia que realmente tienen las faltas cometidas contra su Bien,
y este “ver”, junto a la idea de que por esas faltas se ha impedido
voluntariamente, durante años o siglos, la posesión del Cielo y la unión
con Dios, constituye su pena purgante.
El
tormento de los purgantes es el amor y la certeza de haber ofendido al
Amor. Un alma, cuanto más ha faltado en la vida, tanto más está como
cegada por cataratas espirituales que le hacen más difícil conocer y
alcanzar ese perfecto arrepentimiento de amor que es el primer
coeficiente para su purgación y entrada en el Reino de Dios. Cuanto más
un alma lo ha oprimido con la culpa, tanto más pesado y tardío se hace
vivir el amor. A medida que se limpia por poder del Amor, se acelera su
resurrección al amor y, de consecuencia, su conquista del Amor que se
completa en el momento en que, terminada la expiación y alcanzada la
perfección del amor, es admitida en la Ciudad de Dios.
Hay
que orar mucho para que estas almas, que sufren para alcanzar la
Alegría, sean rápidas en alcanzar el amor perfecto que les absuelve y
les une conmigo. Vuestras oraciones, vuestros sufragios, son nuevos
aumentos de fuego de amor. Aumentan el ardor. Pero - ¡oh!
¡Bienaventurado tormento! - también aumentan la capacidad de amar.
Aceleran el proceso de purgación. Alzan las almas sumergidas en ese
fuego a grados cada vez más altos. Las llevan a los umbrales de la Luz.
Abren las puertas de la Luz, en fin, e introducen el alma en el Cielo.
A
cada una de estas operaciones, provocadas por vuestra caridad hacia
quien os precedió en la segunda vida, corresponde la sorpresa de la
caridad hacia vosotros. Caridad de Dios que os agradece el que proveáis
por sus hijos penantes, caridad de los penantes que os agradecen el que
os afanéis por introducirles en el gozo de Dios.
Vuestros
seres queridos nunca os amaron tanto como después de la muerte de la
tierra, porque su amor ya está impregnado de la Luz de Dios y a esta Luz
comprenden cómo les amáis y cómo debería haberos amado.
Ya
no pueden deciros palabras que invoquen perdón y den amor. Pero me las
dicen a Mí para vosotros, Yo os traigo estas palabras de vuestros
Difuntos que ahora os saben ver y amar como se debe. Os las traigo junto
con su petición de amor y su bendición, que ya es válida desde el
Purgatorio porque ya está animada por la inflamada Caridad que les quema
y purifica.
Perfectamente
válida, además, desde el momento en que, liberados, salgan a vuestro
encuentro a los umbrales de la Vida o se reúnan con vosotros en ella, si
les hubierais precedido en el Reino de Amor. Fíate de Mí, María. Yo
trabajo por ti y por tus seres queridos. Conforta tu espíritu. Vengo
para darte la alegría. Confía en Mí».
Dice
Jesús: «El secreto del alma que no quiere perder a su Amor, Dios, debe
ser ya te hablé de ellos permanecer siempre unida a Dios con las
potencias del alma.
Hagáis
lo que hagáis, tened el espíritu firme en Mí. De este modo
santificaréis todas vuestras acciones haciéndolas agradables a Dios y
sobrenaturalmente útiles para vosotros. Para quien sabe permanecer en
Dios todo es oración, porque la unión no es otra cosa que amor, y porque
el amor transforma en adoraciones gratas al Señor hasta las acciones
más humildes de la vida humana.
En
verdad te digo que, entre quien está muchas horas en la iglesia
repitiendo palabras con el alma ausente, y quién está en su casa, en su
oficina, en su negocio, en su ocupación, amándome a Mí y al prójimo por
Mí, permaneciendo unido a Mí, quien reza es el segundo y es a él a quien
bendigo, mientras que el primero sólo está cumpliendo un precepto
hipócrita que Yo condeno y desecho.
Cuando
el alma ha sabido alcanzar esta amorosa ciencia de saber permanecer con
sus potencias firmes en Mí, produce actos continuos de amor. Hasta en
el sueño material me ama, porque la carne se adormece y se despierta con
mi Nombre y pensando en Mí, y mientras que el cuerpo descansa el alma
continúa amando.
Fuentes: Mensajes de Jesús a María Valtorta, Blog Juan del Carmelo, Signos de estos Tiempos
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