Las almas encenegadas en el pecado no entienden bien lo que es la vida de la gracia
31 mayo, 2011
Los hijos de Eva son hijos del pecado pero los hijos de María Santísima son hijos de la gracia. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Hijos de Dios, hijos de María, si por una mujer entró el pecado en el mundo, por otra mujer entró la vida de la gracia, porque su Divino Hijo es el Autor de la gracia. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Soy el Espíritu de Dios quien os habla, la Tercera Persona Divina de la Santísima Trinidad, Autor de la concepción virginal e inmaculada de María Santísima. Yo proveo a las almas de la gracia santificante para que tengan vida y la tengan en abundancia. Cuando un alma vive en estado de gracia y la conserva, Yo cada vez más le aumento esa vida divina que lleva en el alma para hermosearla, para su (mayor) corona, para aumentarle Mis dones y Mis frutos cada vez más y, para que el alma se habitúe a vivir en ese estado de gracia hasta que Dios la llame a Su presencia. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
Pero las almas encenegadas en el pecado no entienden bien lo que es la vida de la gracia, y su concepto, en muchísimos casos es deformado, porque quien pone el bienestar o deleites del cuerpo antes que los del espíritu, sus goces son humanos y muy limitados, pero quien vive asiduamente el gozo del espíritu y lucha por no caer en el pecado bajo ningún aspecto, si bien tendrá faltas y flaquezas, pero evita el pecado mortal, su espíritu se expande ilimitadamente de tal forma, que traspasa los horizontes terrenales para gozar de los horizontes sobrenaturales, y así, entiende admirablemente la caducidad de esta vida, el horror del pecado, el valor del sufrimiento y se recrea en la contemplación de la Figura Divina del Redentor y en Su misión salvadora. Yo, Espíritu de Dios, os hablo.
María vivió como nadie todo esto y también su casto esposo San José. Ellos eran más Ángeles que humanos, dotados de tantos dones Míos y de Mis frutos, tratando de ser cada día más perfectos para dar gloria a Dios, y conscientes de la necesidad que el Altísimo tenía de intercesión por esta Humanidad perdida y pecadora. Yo, Espíritu de Dios, os hablo y os instruyo. La paz de la Santísima Trinidad esté con todos vosotros.
Fuente: Yo Jesús os Hablo
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